Una santa transacción

UNA GOTA DE SABIDURÍA

“Dos cosas te he demandado; No me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riquezas; Mantenme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios”. (Pro 30:7-9)

Una lectura llana de estos versículos nos muestra que el proverbista tenía claros sus temores: no quería vivir en la ilusa vanidad, caer en el engaño de los malhechores ni llegar a los riesgosos extremos de la pobreza y la riqueza. Sin embargo, hay que evitar caer en ese enfoque que solo se basa en peticiones con expectativas de bienestar sin el pago de un precio. Eso nos dejaría con una incondicionalidad viciosa y con una religión de privilegios sin demandas. Hay grupos que crecen por esta razón.

Dios nunca deja de amarnos, pero no es coherente que conceda peticiones cuando se desoyen sus leyes. De hecho, los versículos precedentes hablan de “toda la palabra de Dios”, declaran que son firmes y dignas de confiar y que “Él es escudo a los que en él esperan”. El proverbista no pide algo ignorando las demandas. Es una santa transacción.

Tres cosas resaltan en estos versos. Una, que es un asunto de toda la vida, “No me las niegues mientras viva” traduce la Biblia Textual. Dos, que conocerse a sí mismo (temores y debilidades) evita la inútil ambigüedad al orar. Y finalmente, señala que un sano conocimiento bíblico nos librará del autoengaño.

Por tanto, nuestra gota de sabiduría nos anima a confiar en un Dios amoroso y fiel, pero sin falsas expectativas. Podemos pedir con confianza cuando esta descansa en su Palabra. ¿Qué piensas?

Eduardo Padrón

Un ensayo sobre la ceguera

Ayer terminé de leer el interesantísimo libro escrito por José Saramago (1955-1998) titulado Ensayo sobre la ceguera. Personalmente no sé si catalogarla como de suspenso o si sencillamente es una figura amplia y bien dibujada que muestra la forma tan particular que tienen los artistas y poetas de usarlas cuando desean ir más allá de las palabras. Pues eso es lo que creo que hizo Saramago, empleó una parábola para dibujar la ceguera humana más allá de la física, la del egoísmo, las bajezas y aprovechamientos que afloran en tiempos de desdicha nacional.

En su obra el autor no le da un nombre a ninguno de sus personajes. Solo los menciona como el médico, la mujer del médico, la chica con los lentes oscuros, el hombre con el trapo en la cabeza y hasta el perro que solo lo distingue de los demás por ser el perro de las lágrimas. Así que cada personaje puede representar a cualquiera en la vida real.

Sin embargo, ya sea por el inmenso contraste como por las opciones que no son muchas, hay un personaje igualmente sin nombre que se distingue pues en un mundo de ciegos solo esa persona no pierde la visión nunca. Tal bendición se convierte en una maldición al tener que contemplar el sórdido paisaje que le rodea lleno de hediondez y descomposición. Es quien tiene que enfrentarse al duelo entre el bien el mal, entre el servir o aprovecharse de la situación. Personaje singular, el verdadero sol que canaliza su luz aunque a veces le queme.

Al final queda claro que hay una ceguera mucho más penosa que la física, comparable incluso con la muerte.

Es la parábola de los ciegos que caminan con su incompetencia inconsciente para recordar a Maslow y de los que viendo no ven recordando lo que dijo el Señor Jesucristo. Las palabras finales son lapidarias y conclusivas: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo, no ven”.

Una gran lección le espera al lector de este fascinante libro. Aunque ya se intuya que hay una ceguera en el mundo en el que los ciegos solo vean la oportunidad para darle rienda suelta a sus egoísmos y bajezas.

Buen libro. No perderá su tiempo al leerlo.

EPadrón