Cubrir la falta

La amistad es como un árbol: lo sembramos y lo cuidamos. Solo así se obtiene buen fruto. Teníamos un árbol de guayaba en nuestro patio que daba buenas guayabas solo cuando lo entendíamos. La amistad es así.

Toda amistad pasa por momentos difíciles. No siempre el amigo es un dechado de virtudes; hay ocasiones cuando necesita más bien de quienes ellos también suponen que son sus amigos; sobre todo cuando fallan. En esos momentos turbios siempre hay quien diga: «hasta aquí llegó esta amistad».

Pero lo que propone nuestro proverbio es que, si se desea conservar al amigo, hay que cubrir la falta. Que el asunto quede entre los dos. Mas hay que hacerlo con algo tan poderoso que venza el rencor. ¿Qué puede ser tan fuerte? Pablo dijo: «Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.» (1P 4:8). No es cursi decirlo: es el amor lo que hace posible que las heridas se cierren sin secuelas. La falta no trasciende.

Pero cuando la herida queda abierta es porque no se ha cubierto la falta con determinación. En el fondo no se ha decidido conservar la amistad; entonces se hace lo contrario: se publica. Un pensamiento anónimo dice: «Dios nos libre del amigo que perdona y aún celebra nuestros defectos publicándolos». Quien desea conservar a su amigo debe disponerse a cubrir su falta. Es un acto de la voluntad tanto como amar. Debemos tener presente que algún día seremos nosotros quienes fallen.

Este es un estilo de vida aplicable incluso a la familia. Dios nos dio el ejemplo: borró nuestras faltas y determinó no recordarlas. Decidió conservar tu amistad. ¿Lo haremos nosotros?

Eduardo Padrón

Aumento de días

«El temor de Jehová aumentará los días; Mas los años de los impíos serán acortados.» (Pr 10:27).

Algo que repito con frecuencia es que los jóvenes que caen en la delincuencia es porque han violentado el quinto mandamiento del Decálogo: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.» (Ex 20:12). Explícitamente el factor común en este versículo y en nuestro proverbio es el aumento en la cantidad y calidad de días de vida pero implícitamente está el temor a Dios.

Considero que la premisa de nuestro proverbio es como “espada de dos filos”, se cumple en el creyente y en el no creyente. La calidad de vida para un cristiano comienza con la regeneración, pero lo saludable de los años que se vivan dependerá de la obediencia. Lo opuesto es para quien decide vivir impíamente pues su estilo de vida ―droga, robo, vicios, delincuencia, malas juntas, violencia, alcohol y la vida disipada― es un riesgo constante que puede arrebatársela prematuramente.

Una vida que se rige por el temor (respeto) de Dios sabe sujetarse, respetar y rendir cuentas. Los años de vida y la calidad de los mismos dependen de ello. Dios les dice a los que confían y le honran: «Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.» (Sal 91:16). Y también Proverbios 14:27 afirma: «El temor del SEÑOR es fuente de vida, y aleja al hombre de las redes de la muerte.» (NVI).

Leonardo Da Vinci dijo: «la vida bien empleada es larga». El acento en la calidad es lo que aquilata nuestros años de existencia, lo que trae honra. El secreto entonces no es tan secreto: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque es el todo del hombre.”

Eduardo Padrón

Perverso o chismoso

«El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos.» (Pr 16:28)

La Traducción en Lenguaje Actual nos hizo el favor de simplificar nuestro proverbio: «El que es malvado y chismoso provoca peleas y causa divisiones». Es una combinación difícil de igualar. Nuestra Reina-Valera parece mostrarnos dos tipos de personas; pero en todo caso, ¿no es una perversidad el chisme y viceversa?

Por definición el chisme es una «noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna» (RAE). Obviamente hay una inquina en el comentario o en la verdad y allí está lo perverso.

A veces damos una impresión equivocada. Una vez le hice una pregunta a un colega que no sonó muy bien. De inmediato me di cuenta, pero no hice la corrección. Aún recuerdo su sonrisa al percibir el tono incorrecto de mi pregunta. Hoy no lo lamentaría si hubiera corregido o hubiera recibido mi merecida censura. ¡Cuánto hace falta hoy!

Pero el chismoso es un perverso, por tanto, una buena estrategia se inicia otorgándole el beneficio de la duda al amigo que es objeto del chisme; en todo caso, es su amigo y se lo debe. Luego dígale al chismoso que va a averiguar el asunto y que se reunirán posteriormente. Si es posible grabe o pídale que escriba y firme lo que le va a decir. Eso no falla. Y finalmente, mejor aún, no le escuche.

Proverbios 26:20 enseña: «Sin leña se apaga el fuego…», y en la medida que el chisme no tenga combustible se apagará. Enfrentar al chismoso requiere valentía. Es doloroso pero necesario.

No saque juicios apresurados, pero comprométase valientemente a ser un cortafuego que impida que avance la candela del chisme. ¿Se compromete? ¡Dios nos ayude!

Eduardo Padrón

Búscale la vuelta

Hay una lógica en las cosas que nos advierte que solo funcionan normalmente de cierta forma. Son las leyes que explican la creación y funcionamiento de una maquinaria, por ejemplo, lo que la hace fluir, como dicen algunos, serena y equilibradamente. Cuando tratamos de arreglarla debemos buscarle esa “caída” normal que no es simplemente hallar una solución, sino la que engrane.

No es igual formar a un buen médico que a un médico bueno. Si me doy a entender, uno sale de la universidad y el otro del hogar. Una permite crear un buen profesional y la otra a un buen hombre. La instrucción hogareña de fe en la vida de un niño deja sus huellas. Lo que esperamos es que, sea mucho o poco lo que hayamos hecho bien, nuestros hijos tomen buenas decisiones. Esto lo enseña nuestro proverbio, pero no es todo lo que dice, ni es una fórmula que siempre da los mismos resultados.

El versículo exhorta a instruir al niño “en su camino” no en el nuestro, ni en lo que deseamos. Hay una individualidad, unos talentos y una vocación que marcan su inclinación. Ignorarlos es como forzarlo a que funcione sin reparo alguno en “la caída” o “la vuelta” que se ajuste. Si solo llega a ser lo que deseamos no se sentirá realizado.

Instruir “en su camino” al niño da la ventaja de una motivación ganada, la lucha contra sus caprichos sería más llevadera y el esfuerzo se concentraría en la corrección y la enseñanza de los valores que formen su carácter y le ayuden a desempeñarse con fe, firmeza, justicia, rectitud y sensibilidad. Dios no obvió este detalle. ¡Qué gran detalle!

Eduardo Padrón

Oración abominable

UNA GOTA DE SABIDURÍA

¿Puede corromperse la oración? La corrupción es un mal con el que hemos vivido toda la vida. Tal vez nada es tan viejo pues se inicia cuando el hombre transgrede el mandato de Dios. A partir de allí todo lo sano y digno, bueno y agradable ha sufrido por causa de la corrosión que carcome a la humanidad. Lo que podría funcionar bien, beneficiando a todos, se le da un giro egoísta para el propio beneficio. Eso se observa en todas las áreas.

Sin embargo, los casos más lamentables se presentan en aquellas áreas y en las personas en las que se espera un comportamiento íntegro y una de ellas es en la oración. ¿Puede corromperse la oración hasta el punto de pretender sobornar a Dios con ella?

Enseña el diccionario que un soborno es una «cosa que mueve, impele o excita el ánimo para inclinarlo a complacer a otra persona» (RAE). Es tratar de obtener un beneficio pasando por alto las reglas; y una oración sin sujeción es un intento inútil de torcer a su favor el ánimo de Dios.

El tono de nuestro proverbio describe a todo aquel que desprecia voluntaria y continuamente la ley de Dios; a quienes solo les interesan los beneficios, pero sin respetar ni obedecer su voluntad. Con razón se dice que “también” su oración “es abominable.”

Hoy muchos cometen este error: desean la ayuda divina, pero no quieren obedecerle; el precio les parece muy elevado. ¿No es razonable que Dios rechace la oración de quien desoye su Palabra? Dios escucha el clamor del pecador arrepentido y del obediente, pero le ofende la oración del soberbio. ¿Qué lleva nuestra oración: sujeción o soborno?

Eduardo Padrón

El ojo misericordioso

UNA GOTA DE SABIDURÍA
El ojo misericordioso

“El ojo misericordioso será bendito, porque dio de su pan al indigente” (Pr. 22:9).

Se escucha hablar de ojo clínico, buen ojo, malos ojos, ojo de águila, mal de ojo y nuestro proverbio habla del “ojo misericordioso”. No es difícil determinar que esta figura apunta y describe a la persona bondadosa.

El proverbista menciona una verdad tan evidente que luce innecesario repetirla. Pero sabemos que, si no es porque se olvida es porque no se aplica. La vida nos muestra que ante el dolor ajeno muchos dirán: “ojo que no ve, corazón que no siente”. No es raro que alguien se haga el desentendido o diga “eso no es mi problema”.

Conocí a una pareja de místicos que oraban todos los días. Ellos nunca veían la televisión, ni escuchaban los noticieros pues no querían que nada les perturbara al orar. Literalmente cerraban los ojos al dolor del mundo, ¿qué oraban? Pero cuán distinta fue la actitud del Señor que, al mirar a la multitud, sintió compasión por ella.

Nuestra mirada proyecta algo de lo que llevamos por dentro. Deuteronomio 15:9 lo plantea así: “Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle…” ¿Lo ve? El “ojo” es la intención, la idea, el pensamiento, la actitud, la motivación subyacente. El Señor Jesucristo lo sentenció de esta forma: “Los ojos son el reflejo de tu carácter. Así que tu bondad o tu maldad se refleja en tu mirada.” (Mat 6:22. BLS).

El ojo misericordioso está siempre abierto y comparte con el necesitado. No se desentiende, no discrimina ni da por interés. Eso le hace feliz en el presente y le asegura una recompensa en el futuro.

Eduardo Padrón

No ver lo conveniente

UNA GOTA DE SABIDURÍA

«¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, No teniendo entendimiento?» (Pr 17:16).

En ocasiones recuerdo esa vez cuando, ante la computadora y conectado a Internet, no tenía ni idea de lo iba a buscar. ¿Le ha sucedido? Por un momento no supe qué hacer con una herramienta tan poderosa.

Algo similar, pero elevado a la enésima potencia, es el caso del personaje de nuestro proverbio: el necio. Dice el proverbista que, aunque el necio tenga las posibilidades, el dinero en la mano para comprar la sabiduría, carece del entendimiento para reconocer su valor y, en consecuencia, tampoco tendrá la motivación para hacer cambios. Este proverbio también es traducido así: “Es absurdo pagar por la educación de un necio, puesto que no tiene deseos de aprender” (NTV).

El principio y la lección están a la vista. No creo que la misma se circunscriba al necio exclusivamente, sino a todo el que evidencie un comportamiento similar. Esta fue la actitud de Israel en la antigüedad y este fue el doloroso clamor del Señor: «¡Quién diera que tuviesen, tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!» (Dt 5:29). ¿No es una necedad rechazar lo que abiertamente sabemos nos beneficia? A muchos definitivamente les acontece lo del proverbio: “Las piernas del cojo penden inútiles; así es el proverbio en la boca del necio.» (Pr 26:7). Hay quienes pierden el rumbo no porque les falten señales en el camino, sino porque no desean verlas.

El creyente que asume esta postura le sucede lo que a los corintios, corre el riesgo de recibir “en vano la gracia de Dios” (2Co 6:1). No suframos del mismo mal.

Eduardo Padrón

Hoyo profundo

UNA GOTA DE SABIDURÍA

“Dame, hijo mío, tu corazón, Y observen tus ojos mis caminos, Porque hoyo profundo es la ramera, Y abismo profundo la mujer ajena. También ella, como salteador, acecha, Y provoca traiciones entre los hombres” (Pr 23:26-28).

Es interesante como algunas especies del reino animal y vegetal se visten con vivos colores con la sola intención de atraer a un insecto, un ave o una presa. Para las flores es vital para cumplir con la polinización, y para el cazador representa el atractivo perfecto para sus víctimas. Muy parecido al marketing humano. Se usan colores, música y luces con la misma finalidad: atraer; pero, ¿habría algún resultado si no existieran las inclinaciones, debilidades y necesidades? Todos somos susceptibles de ser atraídos y este es el punto en nuestro proverbio.

Un padre pide a su hijo que escuche su enseñanza a fin de librarlo de la ramera y de la mujer ajena que son como “hoyo profundo” y “abismo profundo” respectivamente, y como ladrón que se esconde y espera; quiere evitar que se convierta en víctima por impericia o negligencia.

Nadie es inmune a la tentación y ceder a una, aunque sea a la más leve de ellas, muchas veces tiene los mismos efectos de un pecado deliberado (Cholmondeley). Santiago 1:14 enseña que quien cae en la tentación es porque ha sido “atraído y seducido por su propia concupiscencia”. Así que el mal no está en el cebo sino en la presa. Por tanto, es necesario conocerse y evaluarse con frecuencia.

Amigos, el pecado abunda tanto, que la discreción es más necesaria para evitarlos que para mantenerse en el bien (Vives). Dios hoy nos dice: “escucha con atención y sigue mis instrucciones”, hay que ser constante en ello, pues la constancia es el principio para no ser tentado. ¿Lo sabías?

Eduardo Padrón